Sociedad transparente | La tecnología: ¿buena o mala para la salud mental?

Sociedad transparente | La tecnología: ¿buena o mala para la salud mental?

“Protejamos lo más valioso: nuestra mente”

Samuel Montoya Álvarez*

El 10 de octubre, Día Mundial de la Salud Mental, trae a colación un tema que, si bien es cada vez más visible, sigue siendo incomprendido por muchos: el bienestar emocional. Esto toma especial relevancia en un país como México, donde en 2023 se registraron 8 mil 837 suicidios, según datos del INEGI, lo que evidencia que no podemos hablar de salud integral sin reconocer el impacto de nuestra mente en el bienestar general de nuestro cuerpo.

Uno de los efectos positivos de las redes sociales a partir de la pandemia por el Covid-19, es que la salud mental ya no es tratada como un aspecto secundario o, incluso, tabú; sino que ha ido ocupando el centro de las discusiones sobre políticas públicas, la educación y la vida cotidiana. En estos días, donde la tecnología y la era digital han transformado cada aspecto de nuestras vidas, es importante atender al impacto de la sobreexposición a información y la permanente comunicación en la salud mental.

En este aspecto, las tecnologías de la información y la comunicación son una espada de doble filo. Por un lado, han ampliado exponencialmente el acceso a la información, nos han conectado con personas a lo largo y ancho del mundo y han facilitado el acceso a servicios de salud mental, como terapias en línea o aplicaciones para el manejo del estrés y la ansiedad. Por ejemplo, existen plataformas para la contratación de servicios médicos que han abierto la puerta a aquellos que, de otro modo, no habrían tenido acceso a un terapeuta o psiquiatra, especialmente en contextos de aislamiento. Las redes de apoyo en línea también han jugado un papel fundamental para quienes padecen trastornos mentales, al generar espacios para compartir sus experiencias y sentir que no están solos.

En la otra cara de la moneda, no podemos ignorar el lado oscuro de la digitalización. Si bien los dispositivos inteligentes, las redes sociales e incluso la inteligencia artificial han acercado al mundo, también han generado un entorno que incrementa problemas de salud mental. El fácil acceso a redes sociales, por ejemplo, ha generado un aumento en la presión social, la comparación constante y la idealización de vidas que, en la mayoría de los casos, son irreales. Esta constante exposición puede llevar a trastornos como la ansiedad, la depresión e incluso contribuir al aumento en las tasas de suicidio, especialmente entre jóvenes. Estudios han demostrado que un uso excesivo de las redes sociales está vinculado con una baja autoestima y un mayor riesgo de sufrir síntomas depresivos, particularmente entre adolescentes, quienes son más vulnerables a la influencia de estas plataformas.

El ciberacoso es otro fenómeno alarmante. Antes, el acoso podía estar limitado a ciertos espacios físicos como la escuela, el trabajo o lugares públicos, lo que ha evolucionado a seguir a las víctimas constantemente a través de sus dispositivos móviles. Las consecuencias de este tipo de violencia pueden ser devastadoras, llevando a víctimas a sufrir graves trastornos psicológicos e incluso a tomar decisiones fatales.

Por supuesto, la solución no es rechazar las tecnologías sino aprender a utilizarlas de manera saludable y responsable. Tanto los individuos como las instituciones, debemos ser conscientes de los riesgos y coadyuvar para mitigarlos. Educar a la población, especialmente a las generaciones más jóvenes, es esencial. También es necesario fortalecer el acceso a servicios de apoyo mental en línea y crear herramientas que permitan identificar y atender problemas psicológicos a tiempo. La psicología y la tecnología no son enemigas, más bien, deben encontrar un equilibrio.

En el marco del Día Mundial de la Salud Mental, debemos reconocer que el impacto de la era digital no es, ni completamente positivo, ni negativo. Las herramientas tecnológicas son de gran ayuda si se utilizan de manera adecuada, pero seamos conscientes de sus peligros y abordemos las consecuencias que pueden tener sobre la salud mental, especialmente en los más jóvenes. No podemos permitir que la tecnología, diseñada para mejorar nuestras vidas, se convierta en una barrera para nuestro bienestar mental. Protejamos lo más valioso: nuestra mente.


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