El caminante errante | María Candelaria

El caminante errante | María Candelaria

Conoce las historias de La tiendita de don Fede en el pueblo Santa Rosa de los Ríos, una serie de cuentos cortos que nos presenta Sergio Ríos Sandoval.

La Tiendita de “Don Fede” en el pueblo, Santa Rosa de los Ríos

 

…Por eso le digo que yo ni de mensa me animo a hacer otra posada, muchas me acusaron de que por mi culpa esas cosas habían pasado…

 

Por Sergio Ríos Sandoval

 

-Don, buenas tardes li dé Dios.

-Buenas tardes, María Candelaria, ¿qué te vamos a dar?

-Deme, de favor, maíz pa las gallinas y alpiste pa los pajaros. Esos pájaros del demonio ya ni queren cantar. Puro grito y grito, ya no cantan bonito, como que andan enojados.

-¡Cómo no!, oye, María Candelaria, ¿este año no vas a decirle al padrecito que te dé permiso pa que hagas la posada con todos los vecinos? Yo lo digo por los niños, ya ves cómo les hace falta soñar con la Navidad.

-¿Cómo vaiga a creer eso uste? ¿Pero qué preguntas hace? No tiene ya ni respeto ni vergüenza, ta viendo que todavía el Maclovio, la Petrita y creo que la Blanquita siguen sin poder dormir de tan chico sustote que pasaron el año pasado. Ni con las limpias de huevo se han componido ¡Malhaya! Esa diable de idea solo se le pudo ocurrir a Fortino, y ni quien dijera que no: es el presidente.

-¿Pos cómo estuvo la cosa?, yo solo supe que pobres niños andaban a llore y llore, que dizque los muñecos cobraron vida y que había muchos espíritus en todo el pueblo.

-Todo esto pasó de esta manera, mire: pos ahi tiene que me fui a la parroquia unos días antes del nacimiento de nuestro señor Jesús. Le dije al padrecito que yo y otras queríamos hacer una posada con cantos y todo, y además de casa en casa.  Al padrecito le dio mucho gusto, hasta él mesmo nos acompañó. Íbamos todo el atajo de gentes cantando la letanía, íbamos a cante y cante  Mater Ecclésiæ, y todos, ora pro novis, Mater divínæ grátiæ, ora pro novis. Don Fede, era una cosa tan bonita: toda las gentes con sus velitas formadas. Estoy segura que si alguien divisaba a lo lejos vería la gracias de Dios. Lástima que el mendigo chamuco metió la cola como siempre en las cosas divinas.

-Me tienes con mucha intriga, María Candelaria.

-Espéreme ¿quería saber, no? Entonces se aguanta. Pos, afigúrese nomás, esa sobajeza del presidente: les gritó a todos los niños del pueblo que se formaran, que dizque para que les dieran un juguete. Todas las crías se fueron lueguito a formarse. Eran hermosos los juguetes. Eran títeres, cochecitos, yoyos, trompos, baleros, ¡habían de a muchos!, que digo muchos, muchísimos.

-¿Pero qué maldad pudo haber allí, mujer?

-¡Espéreme! No le digo, ha como es uste atrabancado, chi… entonces todos se jueron pa sus tecoruchos. ¡Nombre! ¡Virgen Santísima de Guadalupe! Don Fede, todo Santa Rosa de los Ríos era un gritadero por la madrugada, los niños a grite y grite, los perros aullando, las señoras rezando con todas sus juerzas, un Padre Nuestro por aquí y un Padre Nuestro por allá,  el salmo 91 y todas las oraciones que se sabían.

-¿Qué paso?

-Esos malditos juguetes traían al diablo, cobraron vida, se movían, hablaban y se reían.

Esos juguetes, el sonso del presidente los agarró de la casa de Celestina, ¿si se acuerda de ella veda?

-¡No me digas! De la loca Celestina, ¿la que siempre compraba cosas pa su hijo difunto, la que decía que su hijo la visitaba todas las noches para jugar?

-Si hombre esa mesma, ya ves que la encontraron en su casa ya difuntita. En la casa aún se ven sombras de un niño jugando solo: esa casa está muy maldita.

Hasta ahora no hay nadie que se anime siquiera a pasar cerca de su casa, se aparecen muchas cosas. ¡Dios nos libre!

-Y ¿qué hicieron con los muñecos?

 -¿Cómo que qué hicieron con los muñecos? Pos los quemó el padrecito con ayuda de los monaguillos y el sacristán y las encargadas de la vela perpetua, ¿pos qué más? ¿A poco cree que los iban a tener aquí como si nada? Por eso le digo que yo ni de mensa me animo a hacer otra posada, muchas me acusaron de que por mi culpa esas cosas habían pasado. Tenía mucho pendiente. Con decirle que todavía tengo preocupación por esos niños que siguen asustados.

 Y ya me voy, que nomás de acordarme ya me dio quién sabe qué cosa.

-Toma tu mandado, pues, mujer, y tu vuelto. Y que tengas feliz Navidad.

-"Que tengas feliz Navidad"… sí cómo no… Adiós.

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